La cuidada oscuridad de La Ratonera

Cartel de La Ratonera

Las luces del Teatro Principal de Alicante se desvanecen y comienza La Ratonera. El director Ignasi Vidal adapta a nuestros tiempos la obra original homónima de Agatha Christie, la cual fue representada durante 68 años consecutivos en teatros londinenses.

Son cinco los huéspedes que se alojan en la casa de Giles y Mollie Ralston, un matrimonio corriente que decide abrir una pensión que pronto se llena de excéntricos personajes a los que se suma un oficial de policía, el cual llega a la casa de huéspedes en busca de un asesino que cometió un crimen unos días antes en Londres.

La obra se desarrolla en un único espacio: el salón de la casa. Visiblemente es un lugar muy acogedor y es lo único que podemos contemplar durante toda la función. Ignasi Vidal juega muy bien sus cartas con este escenario porque hace creer al público que tiene el control de la situación, ya que es el lugar común de la casa, pero las entradas y salidas de los personajes hacia otras habitaciones, las luces apagándose, ruidos de origen desconocido… Nada es más misterioso que aquello que no podemos ver y nos obligamos a imaginar. Agatha Christie era más que consciente de esto, por lo que el trabajo de Ignasi Vidal cumple con los estándares de habitación cerrada que tanto caracterizaban a la obra original.

La confusión y la tensión corren no sólo a manos de la interpretación, sino del propio guion. Conversaciones cruzadas, tensas, declaratorias y, por encima de todo, naturales. El humor también se hace de notar a lo largo de la obra, sobre todo por parte del personaje de Diego Braguinsky, quien interpreta a un extravagante italiano que funcionaba como contrapunto ante la constante tensión que la historia requiere y que tanto la representa. Cada diálogo es importante, sobre todo en una historia donde el público sabe lo mismo que los personajes, lo cual hace inevitable comenzar a especular sobre la verdadera naturaleza de cada uno de ellos.

Por supuesto, la responsable de esta tensión constante es la fórmula infalible que tanto ha pulido Agatha Christie. No obstante, expresar en el escenario todo este desbarajuste de diferentes hipótesis, tensión y misterio no es una tarea sencilla, pero el trabajo actoral supera con creces las expectativas. Con la trama de la obra, cualquiera pensaría que “parece una serie de Netflix, pero de las malas”, como afirma el personaje italiano durante una discusión, pero lo cierto es que el conjunto de la obra lo sitúa muy lejos de una serie de dudosa producción. Es muy complicado apartar la vista de las interpretaciones, del escenario realista y de un excelente guion que hace que la función se quede corta. La naturalidad que ofrece la fluidez de la narración, seguido de un vestuario que muy bien complementa la acción y que, en el mejor de los sentidos, pasa desapercibido, hace que el público se siente al borde del asiento esperando descubrir aquello que tan bien nos están intentando ocultar.

Esta adaptación contemporánea de La Ratonera no deja indiferente a nadie. Te sitúa de una forma muy elegante en la casa de huéspedes de los Ralston, donde la escenografía te absorbe por completo y donde los personajes sienten y padecen los mismos sentimientos de desconcierto que el espectador. Con un guion adaptado y una interpretación ejemplar, donde no pueden faltar los momentos distendidos de comedia y de puro misterio, La Ratonera te obliga a estar en guardia durante toda la obra y a comenzar a dudar de todos aquellos personajes en los que habías cometido el error de confiar. Agatha Christie puso la gran semilla de La Ratonera para que la adaptación de Ignasi Vidal pudiera hacer al público disfrutar y sufrir a partes iguales sobre el misterio de la casa de huéspedes.